Entrar en el trastero de casa de mi abuela es como abrir una maleta vieja cubierta de polvo. Esta maleta es mi cofre del tesoro, está llena de recuerdos, y estos recuerdos son mi tesoro más valioso. Miro una fotografía vieja y recuerdo que mi abuela me contaba historias de cuando era jovencita. Si la historia transcurría en la playa, su mirada se iluminaba con la luz del mar. Su delantal me recuerda las recetas que preparaba en su cocina y que después apuntaba delicadamente en su cuaderno de notas. Hay olores de ingredientes que se impregnan en la memoria. A veces puedo oírla cantar preparando algún pastel. Este es el verdadero valor de los recuerdos. Te llenan de paz, te calman y te acompañan.
Se enciende una luz en escena. Todo está lleno de trastos viejos cubiertos con sábanas llenas de polvo. Nina sube al desván. ¿Qué busca? ¿O acaso son los recuerdos los que la buscan en ella? Juguetes de cuando era pequeña, la ropa que llevaba cada día para ir a la escuela, su taza del desayuno que le preparaba su abuela, la mochila de la escuela… el delantal de la abuela… Buceando entre los objetos, Nina revive los recuerdos de pequeña, de cuando su abuela vivía en casa. Esos recuerdos le traen canciones, olores, juegos, aventuras…  Cuando Nina era muy pequeña algo le sucedió a su abuela.

– La abuela se ha ido de viaje… muy lejos… – le dijo su mamá.
– ¿De viaje? Pero, ¿dónde está?- preguntó Nina.

Nina revivirá aquel viaje… un viaje para entender qué es la ausencia… un viaje en busca del mayor tesoro…